VOLVER A ROMA VIII

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Cola para entrar en San Pedro

LAS EXCAVACIONES DEL VATICANO Y LA ACADEMIA DE ESPAÑA

 

Muchos se preguntarán qué narices tienen que ver la impresionante necrópolis bajo el Vaticano y la Academia de España, al otro lado del Tíber, parte del territorio español en Roma anejo a la embajada y que desde el  Gianicolo domina el barrio de  Trastevere  y disfruta de privilegiadas vistas de la Ciudad Eterna.

 

Si tenéis la paciencia de terminar de leer este breve artículo podréis entender la extraña coincidencia.

 

Resulta una auténtica prerrogativa poder acceder a una visita en pequeño grupo a las excavaciones que en los años cuarenta del pasado siglo se llevaron a cabo bajo la actual basílica vaticana, y no porque para entrar necesites ser una V.I.P., que nosotros no somos en absoluto, sino que está tan limitado el acceso, que debes solicitar por correo electrónico con más de tres meses de antelación (si son cuatro o cinco, con más seguridad) y ofrecer un abanico de días posibles para que, tras haberte olvidado de tu petición, te escriban un día y te citen para una fecha y hora determinadas por la organización, y por el módico precio de trece euros, puedas presenciar uno de los más sugestivos lugares de la ciudad (en este caso del Estado Vaticano). Para los creyentes la fascinación se agudiza por poder contemplar en silencio y en pequeño grupo los restos del primer obispo de Roma, apóstol preferido de Jesús, en el lugar donde la tradición marca que fue enterrado tras su crucifixión.

 

Diez personas éramos, todos de habla española, quienes, con un cura vizcaíno como guía, tuvimos la emoción de deambular por los pasadizos repletos de mausoleos de todas las épocas, excavados bajo la basílica que Constantino el Grande mandó construir sobre la antigua necrópolis romana y más concretamente en torno a un antiguo túmulo que se decía que contenía, entre otros, los restos de Simón, la Piedra sobre la que Cristo edificó su Iglesia. Sobre este túmulo se construyeron sucesivos altares, hasta que en el siglo XVI se edificó la actual basílica y en ella el Altar de la Confesión, que, siguiendo la tradición, está situado en la vertical del hueco que contiene los restos. No inserto fotos por estar totalmente prohibidas.

 

Pedro está aquí.

 

Pero el lugar de Pedro seguía siendo una suposición de fe, sin ninguna evidencia científica, hasta que entre 1940 y 1949, bajo el pontificado de Pío XII, se hincó el diente a la cuestión y al principio se encontró vacío el hueco central del monumento. Solo restos próximos de mujeres, niños o varones jóvenes, ninguno que se pudiera conjeturar como los del apóstol. El cura vasco que nos acompañaba mantuvo siempre la incertidumbre sobre los progresos del hallazgo, como si de una película de suspense se tratara, para al final asegurar que, en un hueco inesperado y oculto de un muro de contención del túmulo, decorado solo interiormente tal vez para evitar profanaciones y expolios, se encontró una caja que contenía más de setenta fragmentos de huesos que, analizados, determinaron que correspondían a un varón de avanzada edad, que vivió entre los siglos I y II de nuestra era.

 

No era suficiente. Podría ser otra persona cualquiera. Lo que determinó la evidencia fue un grafitti en una de las paredes del hueco que dice en griego:  “ΠΕΤΡ… ΕΝΙ”, Πέτρος Eνι,  lo que quiere decir en castellano: “Pedro está aquí”. El hallazgo resultó suficiente para la Iglesia, pues confirmaba lo que desde hace siglos venía manteniendo la tradición.

                                                                                              Tumba de San Pedro (Licencia Flickr)

La Academia de España.

Junto a la iglesia de San Pietro in Montorio, en el monte Janículo, al otro lado del río, la Academia de España, una institución creada en 1873, siendo Nicolás Salmerón presidente de la primera República española, acoge a artistas e investigadores de artes en general, becados para realizar sus estudios e investigaciones en Roma. Uno de sus directores fue el insigne literato Ramón María del Valle Inclán, que fue nombrado por el gobierno de la segunda República al parecer para paliar la mala situación económica que atravesaba el escritor.

 

El edificio fue un antiguo convento franciscano y al lado del mismo se encuentra una pequeña joya del Renacimiento italiano, un templete circular rematado en cúpula y con columnata que rodea la cella, diseñado y construido por Bramante a petición y sufragio de los Reyes Católicos tras el fallecimiento de su hijo y heredero el príncipe Juan de Aragón y Castilla en 1497.

 

Y ahora sí. Desvelamos la conexión que existe entre estos dos lugares tan diferentes: la necrópolis vaticana y el templete de Bramante. Se llama templete de San Pietro in Montorio porque la tradición por aquellos años del siglo XV aseguraba que fue allí, justo donde está la cripta del monumento, el lugar donde San Pedro sufrió el martirio de la crucifixión, aunque al parecer hubiera sido enterrado dos kilómetros más lejos, al otro lado del río.

Cripta del templete de Bramante.

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