VOLVER A ROMA VI

  VOLVER A ROMA VI

    Sto. Stefano in Rotondo

UN OASIS EN LA VORÁGINE

 

En pleno centro de Roma, al lado del Coliseo con sus interminables colas de entrada y sus alrededores repletos de turistas hormigueando, a trescientos metros del arco de Tito, y del Palatino, en el extremo del Foro, cerca de la atestada vía de los foros imperiales, os podéis perder en el evocador entorno del Monte Celio sin tener -afortunadamente- que soportar las aglomeraciones que cotidianamente atenazan las grandes atracciones. Sin embargo, este rincón romano resulta al menos tan evocador como cualquier otro, realzado por la sensación de quietud y bienestar que desprende el lugar.

 

Mi camino provenía del opuesto lado de San Giovanni, por lo que hube de subir la cuesta de la via della Navicella, con más de una veintena de autobuses turísticos aparcados, y tras rebasar la basílica de Santa María del mismo nombre (por la pequeña nave –navicella- en mármol que hay en la calle frente a su fachada), entro en una calle a la derecha que me lleva a la basílica de Santo Stefano in Rotondo, un templo que se sale de las líneas habituales de basílica de planta latina y que es totalmente circular con un peristilo columnado en torno a un moderno altar central. El antiguo altar donde se veneran las reliquias de un par de mártires, y el ábside decorado con mosaico, se encuentra en una de las paredes circulares jalonadas a su vez por columnas jónicas.

Acueducto de Nerón desde el Parque Celio -   Campanario de S.Pablo y S.Juan sobre templo del divino Claudio -   Arco de Dolabella y Silano

Retornando a la vía de la Navicella que queda a la izquierda y la vía Claudia a la derecha, enfrente comienza una calle que se estrecha bajo un sencillo arco llamado de Dolabella y Silano. La calle se llama via de san Paolo della Croce, y desciende suavemente hasta la plaza de de San Juan y San Pablo, con la basílica del mismo nombre enfrente. A la derecha, el airoso campanario románico de la iglesia que se levanta sobre los restos de un templo que en su día fue dedicado al divino Claudio.Hay una puerta metálica que estaba abierta, justo al lado de la base del templo que sustenta la torre, asegurada mediante unos recios contrafuertes. Rebasando la puerta, a la derecha, una valla a través de la que se puede acceder a los subterráneos del templo, previa visita concertada con una asociación, Roma sotterranea, que organiza recorridos por muchos vericuetos de la ciudad.

 

Volviendo a la plaza, podemos seguir un bello recorrido en descenso por una antigua calzada romana llamada Clivo di Scauro donde escondida tras unos arcos contrafuertes que sujetan la basílica, se encuentra una casa romana visitable. La calle desciende hasta el Coliseo.

 

A un lado de la plaza de san Juan y san Pablo se abre una verja que da acceso a los bellos y extensos jardines del Celio por donde pasear, contemplando los viales sembrados de bancos y las alturas de los arcos del antiguo acueducto de Nerón. En medio del parque un edificio alberga la Sociedad Geográfica Italiana, justo enfrente de las traseras de Santa María della Navicella. Más allá, unos paseos llevan a una glorieta vegetal con un obelisco egipcio.

 

A pocos que no sean romanos les interesa este lugar, y los romanos lo tienen muy visto; no entra dentro de los circuitos comercializados afortunadamente; sin embargo, para mi gusto, encierran un encanto histórico de sabor a tiempos pasados que hacen de este lugar verdaderamente aconsejable para los amantes de lo auténtico.

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