Por: José María Barbado
Si continuáramos desde el caserío de Don Domingo por la carretera asfaltada llegaríamos hasta Santiago tras atravesar una decena de aldeítas de las que la más importante es La Matea, que se ha configurado como un pequeño núcleo de servicios en expansión y que ocupa en una vega a un censo de agricultores y ganaderos mayor que en el resto de los poblados. Ya tendremos tiempo de recorrer la zona, por ahora, y justo frente al caserío de Don Domingo, hemos tomado el carril que atraviesa la sierra en dirección oeste y que, tras subir un elevado puerto de mil setecientos metros, desciende por la falda del Almorchón, que nos domina desde sus mil novecientos.
En el fondo de un pequeño valle se nos viene a unir el camino que dejamos a la izquierda tras rebasar el control de Rambla Seca, y volvemos a tocar asfalto siguiendo la línea eléctrica entre un bosque cerrado de pinos, alisos, chopos y otras especies. Un descenso pronunciado más y damos de bruces con el lugar oficial del nacimiento del río Segura.
En Fuente Segura de Arriba, el caserío donde nos encontramos, se ha adecuado la zona como espacio recreativo alrededor de la poza donde mana el río; una empalizada rodea el hoyo circular de unos cinco metros de profundidad, cubierto de agua cristalina sólo hasta la mitad por causa de la sequía. El manantial no puede desbordarse por el canal aliviadero construido para dirigir su cauce en los primeros metros de corta subida; probablemente la poca agua circule subterránea y aflore más abajo para unirse a los sucesivos riachuelos y ríos menores que engrosarán su cauce. Es lamentable admitir que esta corriente de aguas limpias se convierta, kilómetros hacia levante, en una de las cloacas más infectas de España, la que encuentra el Mediterráneo en Guardamar.
El trayecto ha sido agradable y el día luminoso. Parece que va llegando la hora de reponer fuerzas y rellenar el estómago; para ello decidimos acercarnos a Pontones, ya en la carretera principal que une Santiago con el resto de la sierra.
Hay dos Pontones, el Bajo y el Alto. Ambos, como su nombre indica, se han concentrado en torno a un puente que cruza el río Segura y que por aquellas suertes camina encajonado entre rocas calizas y obliga a las casas a apretujarse unas con otras en casi una sola línea. Es curiosa la piedra horadada que campea a la derecha antes de entrar en Pontón Alto; en este pueblo la carretera discurre por la margen derecha del río alineándose allí las casas donde radican la mayoría de los servicios y comercios del pueblo: el estanco, un bar, un taller mecánico, la oficina de correos y una tienda de comestibles. Cruzando uno de los puentes hay una pequeña plazoleta con una parte ajardinada; una flecha nos indica un mesón que está cerrado, y en la plazoleta, un bar que anuncia tapas y comidas caseras: un vistazo dentro y no parece que ese día esté en condiciones de ofrecer comidas. No importa, Santiago está cerca y aprovecharemos para visitar el pueblo.
Aunque llevamos guías, salvo excepciones, las reseñas que te ofrecen sobre restaurantes y hoteles son frías y se limitan a describir comidas y los precios, si acaso. Otras suelen emplearse en añadir alabanzas, pero lo más probable es que los textos hayan sido redactados por los mismos propietarios de los locales, pues se trata de guías publicitarias. Las de más renombre suelen incluir pocos restaurantes “normales”, es decir, sin estrellas, gasolineras o soles, al alcance de (casi) todos los bolsillos, y que no tienen por qué ofrecer basura y suciedad por el hecho de que su precio sea sensiblemente menor; por ello es recomendable preguntar, y, salvo que te tropieces con el primo hermano del dueño de un restaurante, o la persona abordada no tenga mucho sentido de lo que es comer bien y con limpieza, sueles acertar con buenos sitios. Otras veces, si llegas con tiempo y la localidad es pequeña, convienen pasear por sus calles y observar el aspecto de los bares; los que son más concurridos y donde tu experiencia te dicte que podrás comer mejor.
En el caso de Santiago hay poco donde elegir. Ya en la gasolinera preguntamos y nos remitieron sin ninguna duda al hotel San Francisco. Decidimos, no obstante, dar un paseo.
Santiago de la Espada, capital del municipio que se fusionó con Pontones, es un núcleo grande dentro del tamaño de las poblaciones serranas. Su término ocupa una gran parte de la sierra de Segura, siendo el mayor con diferencia de todos los demás. Abarca todo el territorio que esta mañana hemos recorrido de los campos de Hernán Perea, lindando con el norte granadino por la sierra de La Empanada. Alberga el cauce alto del río Segura y los afluentes que vienen del norte; por aquí topa con el término de Siles, pero por el noreste entra directamente en Albacete. Tiene multitud de aldeas, caseríos y otros poblamientos; su núcleo principal supera los cinco mil habitantes; sin embargo, la vida y actividad del pueblo no se corresponde con la de un centro receptor de turismo rural y centralizador de servicios como pudiera ser Cazorla.