TRINIDAD TORTOSA ROCAMORA
Pocas personas en España conocen el mundo de la cultura protohistórica ibérica como la doctora Trinidad Tortosa.
Investigadora del CSIC, ha desarrollado su carrera científica en diversos centros de este organismo: el Centro de Humanidades de Madrid, la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma, de la que fue vicedirectora y directora en funciones, y el Instituto de Arqueología de Mérida.
Sus líneas de estudio abarcan la arqueología e iconografía ibéricas, el análisis de la visibilidad de la mujer en la historia, y la historiografía; esta última en su versión de la gestión y difusión de la arqueología. Dentro de este último ámbito ha centrado su trabajo en el análisis del binomio Exposiciones Universales y/o Internacionales con la arqueología.
Oriunda de El Fondó de les Neus (Alicante), en el presente artículo rememora su infancia en el seno de una familia trabajadora que, como tantas otras, tuvo que emigrar a la ciudad (Elche) buscando un mejor futuro. Feliz infancia dentro de la austeridad que suponen las limitaciones económicas de las familias obreras de aquella época. Y de todas las épocas. ( José María Barbado López)
EL MANÁ DE MI MADRE: APARADORA DEL TOSCAR (ELCHE)
En los últimos tiempos, diferentes medios de comunicación: prensa, documentales, videos… han llamado la atención de un colectivo visibilizado a lo largo del tiempo, el de las aparadoras, mujeres que, desde la década de los años 60, principalmente, optaron por ayudar a la economía familiar de sus casas, comprando una máquina de aparar y, dedicando las horas de ‘ocio’, que quedaban libres después de la tarea de casa y de la ocupación de los hijos, a coser y unir los trozos de los que serían futuros zapatos/zapatillas que todos hemos usado.
Hoy, como sabemos, este grupo femenino ha visibilizado y reclamado sus derechos laborales que fueron bien ganados a través de tantos días y horas de empleo; unos derechos que se reclaman para acabar esa vida laboral en igualdad de condiciones, similar a la de otros colectivos.
Hasta aquí conocemos bien el diagnóstico del problema laboral y de los condicionantes y malas prácticas que se han realizado a través del tiempo y que es necesario en el contexto actual solucionar. Pero, si me lo permiten, quiero plasmar, con este relato, mi percepción, la visión de una niña-adolescente que vivió cómo su madre tuvo que comprar una máquina y trabajar en casa ‘cosiendo zapatos’.
Nuestra familia (matrimonio y dos hijas) vivía en Elche. Había llegado en los años sesenta, como tantas otras, en busca de un futuro mejor para sus descendientes. Mi madre había aprendido en el pueblo el arte y oficio de la sastrería o mejor dicho, era modista. Llegó a la ciudad que, por aquel entonces, comenzaba su ‘boom’ industrial y cuando obtuvieron unas viviendas de protección oficial en el barrio del Toscar, mi madre colgó en el balcón un cartel que decía ‘modista’; cortaba, cosía… pero, el barrio deficitario en pecunia, no pagaba a tiempo y mi madre, se hartó de coser.
Alguna vecina le dijo que se ganaba dinero aparando y así fue como ella llegó a hacerse aparadora. Yo observaba, como niña que era y como ‘mayor de las hermanas’ –algo que entonces marcaba ciertas obligaciones- tenía el ‘deber’ de ayudar en las tareas de casa; pero no solo yo; mi padre hacía lo mismo –a pesar de tener dos trabajos al día; el oficial y otro que hacía por horas-. Tener una aparadora en casa significaba que todos los miembros ayudábamos; ‘cortábamos los hilos’, a veces –pocas- dábamos cola a los talones o las lengüetas… con el consiguiente olor que se esparcía por toda la casa… pero, trabajábamos por y para la ‘familia’.
Yo observaba la cara de felicidad de mis padres cuando, cada semana, traían el sobre de mi madre; recuerdo que tres mil, cuatro mil pesetas de entonces que, para una familia como la nuestra era maná caído del cielo. En ese contexto, la visión de la mujer ‘en casa’ quedaba solucionada: ella seguía en casa atendiendo y siendo pilar del devenir del hogar y también aportando una porción importante a la economía familiar.
Entonces, no se pensaba en derechos laborales, en el futuro como jubiladas… era el día a día, éramos ‘felices’ en nuestra burbuja y, en general en el barrio siguiendo el aire de resignación que apuntaba la moral católica, se apuntaba a la fortuna que teníamos: había trabajo, se cobraba cada semana y podíamos hacer nuestras vidas ‘mejores’…Si a mi madre le decían que ‘la faena’ se tenía que entregar en 24 horas…, ahí nos tenían a tod@s los integrantes de la casa, trabajando después de comer, después de cenar hasta que cada cual se iba a sus quehaceres obligatorios: mi padre a lo suyo y mi hermana y yo al colegio… Esta era nuestra vida, mi visión de infancia de esta ‘economía sumergida’ que para nosotros era el maná…
Para saber más:
“Aparadoras. La esclavitud laboral en el siglo XXI”. Publico, nº 17. Marzo-2022.
Fotografías antiguas sobre Elche en ‘Cátedra Pedro Ibarra’. Universidad Miguel Hernández, Elche.
Pies de figuras:
Pintura de’ Aparadora. El sacrificio nunca bien recompensado’. Página web del Museo del Calzado. José Mª Amat Amer, Elda, Alicante. https://www.museocalzado.com
Fotografía del barrio ‘El Toscar’, años 60 del siglo XX, Elche. Ayuntamiento de Elche.Nuevo párrafo