VOLVER A ROMA XII
Mi visita a esta importante vía de comunicación romana tuvo dos intentos. Pensaba que el recorrido de la vía desde la puerta de San Sebastián (antes Porta Appia) iba a ser un placentero paseo por un camino empedrado desde antiguo rodeado de verdor entre pinos, y recorriendo los innumerables monumentos funerarios, y así de felices me las prometía cuando comencé a caminar por el lado izquierdo de una calzada pavimentada con adoquines negros y muy frecuentada por automóviles que circulaban en ambos sentidos. Rebasé así el miliario número 1 y poco a poco el espacio del arcén se fue reduciendo de modo que tuve que caminar algunos kilómetros con una anchura de cuarenta centímetros entre el muro que delimita las villas y demás edificios colindantes y los vehículos que me pasaban rozando. Me extrañé de la situación y de que no hubiera más peatones, hasta que, temiendo por mi integridad física, entré en el recinto de las catacumbas de San Calixto atestado de coches y autobuses y caminé medio kilómetro por un agradable paseo acompañado por una centena de turistas hasta las catacumbas de San Sebastián, donde intenté adquirir una entrada directamente en taquilla. Las visitas solo eran para grupos y guiadas, por lo que me vendían una entrada para el próximo grupo, en inglés, y con cincuenta personas más. Como mi inglés es de muy andar por casa (yo soy de las generaciones que estudiaban francés en el bachillerato), pregunté por la próxima visita en español y me anunciaron que en cuarenta minutos vendría un grupo de setenta personas. Meditando hasta dónde puede llegar la explotación masiva de los recursos religiosos y profanos para obtener pingües beneficios a costa de la masificación, resolví no entrar, asustado, y me dirigí de nuevo hacia la vía Appia antigua para salir a una pequeña explanada hasta donde llegaban los autobuses antes de desviarse, y ahí sí: con el mausoleo de Cecilia Metella enfrente, ahí comenzaba el auténtico y agradable paseo por una larguísima recta bordeada de vegetación y flanqueada de numerosos monumentos funerarios.
Un agradable paseo
Última creación de Bernini en basilica de San Sebastián
Primer miliario de la via Appia
Pero ya era tarde y lo dejé para otro día en que tomé el autobús 118 en puerta de san Sebastián que me dejaba en las catacumbas del mismo santo. A partir de ahí comenzaban mis tres kilómetros de caminata; desde la villa y circo del emperador Majencio, rival derrotado por Constantino el Grande, pasando por el sepulcro de Cecilia Metella, de la familia de los Cecilios Metelos, y uno de cuyos ascendientes, el Metellus Pius, anduvo por tierras extremeñas fundando Medellín. El sepulcro de esta influyente mujer se ha podido conservar gracias a la construcción en el siglo XIV de un castillo, el de la influyente familia Caetani. Los demás sepulcros, como el que dicen tumba de Séneca, y decenas más, se encuentran en ruinas, y de muchos de ellos se conocen sus propietarios y moradores por los epígrafes descubiertos.
Parece ser que esta vía, una de las más importantes del imperio, porque conducía a Brindisi, el puerto donde llegaban y salían tropas y mercancías para distribuirse por todo el mediterráneo oriental, fue la primera en utilizar cemento de cal, y la separación entre las negras losas basálticas (la vía discurre por una colada de estas rocas volcánicas) apenas era perceptible, de forma que el firme era totalmente liso y practicable por los vehículos de ruedas. Hoy podemos contemplar, entre trechos de pavimentado moderno con adoquines de esta misma roca, largos tramos de la antigua calzada desprovistas las negras losas de sus antiguas juntas de cemento, desniveladas, y por las que el tráfico de coches y aún de bicicletas se adivina traqueteante y removedor de vísceras. Gracias a los senderos de tierra que el paso de los peatones y bicicletas han ido formando a ambos lados de la vía, el discurrir de caminantes y vehículos a pedales se torna más agradable y suave.
Aproximadamente tres kilómetros después de iniciar mi recorrido, lo abandoné en el importante yacimiento de Villa dei Quintili, e iglesia de Santa María Nova, con museos incluidos, y cuya visita recomiendo vivamente (muy poca gente, al menos cuando yo estuve). Tras un recorrido pausado fui a dar con la moderna Via Appia Nuova, importante arteria de entrada en Roma, donde retomé mi autobús 118 de regreso a casa.